Por qué calibrar la pantalla

Uno de los aspectos más confusos en el mundo de la imagen digital es la representación exacta de los colores, y de sus valores de luminosidad, contraste y saturación.

Es frecuente que, tras ajustar el color de una fotografía, se sufra una considerable decepción al verla en otro ordenador, al observar que el aspecto de nuestra imagen ha cambiado mucho. Frecuentemente, a peor. A veces, el cambio es grande; otras, sutil, pero suficiente para ver nuestro trabajo de edición, al que habíamos dedicado un buen rato,  convertido en inútil. Este efecto se acentúa cuando, además de pantallas, intervienen otros dispositivos, como impresoras, por ejemplo.


Así, es crucial saber que nuestra pantalla está representando, exactamente, los colores de la fotografía. Pero, ¿cómo se puede estar seguro de que el monitor que usamos es fiel representante del contenido de nuestra imagen?

La solución es sencilla: Hay que calibrar el monitor.

Calibración del monitor

El ordenador usa un archivo, llamado perfil de color, para controlar los colores en impresoras y pantallas. Ese perfil contiene datos que ayudan a nuestro ordenador a conseguir un color exacto. Existen perfiles genéricos, que pueden funcionar más o menos bien, pero, para estar seguro de que lo que estamos viendo es lo correcto, debemos calibrar el monitor. Es decir, crear un perfil a medida de nuestra pantalla.

Calibración visual

Para calibrar la pantalla, podemos usar un programa  destinado a ello. Desde Windows 7, en los PC se puede calibrar la pantalla a ojo, usando el calibrador incorporado en sistema operativo. Para activar esa utilidad, sólo hay que escribir calibrar en el recuadro de búsqueda (el que usamos para buscar archivos, programas, etc.).

Se abre, entonces, un programa que nos guía por diferentes fases, y, usando nuestra vista, hemos de ir avanzando por el todo proceso.

Existen otros programas para calibrar la pantalla, como el que se instala con Photoshop, por ejemplo.

Una de las pantallas del calibrador de Windows.

Sin embargo, aunque este sistema puede dar unos resultados aceptables, no deja de ser subjetivo, y, por tanto, tiene un buen margen de error, ya que se basa en nuestra percepción, que se ve afectada por otros elementos, como, por ejemplo, la luz ambiente. Incluso, por nuestro estado de ánimo.


El calibrador óptico

Sin duda, la mejor opción es disponer de un calibrador. Se trata de un aparato que se pone encima de la pantalla y va leyendo una serie de recuadros de colores que genera un programa específicamente dedicado a esta labor. El lector va identificando los colores que genera la pantalla, y el programa compara los datos obtenidos por el calibrador con los datos reales de los colores. De esa manera, se obtiene un perfil que corrige las diferencias entre los colores exactos y lo que en realidad representa el monitor. Este es el sistema más exacto.

Como en todo, hay calibradores muy caros y otros no tan caros. De hecho, los más sencillos pueden costar alrededor de 100  €, y se trata, sin duda, de una gran inversión para aquellos que se dedican a ajustar fotografías. Aunque puedan ser sencillos comparados a otros, para la mayoría de los usos de un aficionado a la fotografía son más que suficientes.

Un calibrador HP leyendo los colores en la pantalla.





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