Miles de objetos se agolpan hacinados, algunos en montones desordenados; otros, perfectamente alineados; otros, en cualquier posición extravagante. Pero, todos ellos, nos miran como pidiéndonos una segunda oportunidad; rogando por alargar su existencia en una segunda vida. Algunos lo tienen más fácil que otros. Quizá alguien comprará una vieja Voigtländer por 15 euros; pero es difícil comprar la oxidada llave de una puerta que ya no existe. En cualquier caso, allí están, a la espera de un nuevo dueño.
Todas estas fotografías están hechas con la Lumix FZ-200, ideal para este tipo de fotografías por su pantalla articulable y su versátil zoom.