Aplicar un filtro de enfoque suele ser el último paso que se le aplica a una imagen cuando se trabaja con ella en el laboratorio digital. El enfoque es un proceso destructivo, es decir, que modifica, de manera permanente, los píxeles de la imagen, y, por ello, conviene que sea lo último que se hace.
Como con todos los procesos destructivos, hay que tener precaución.
Lo primero que hay que saber es que un filtro de enfoque no conseguirá convertir una imagen desenfocada en una enfocada. Pero sí nos servirá para que una imagen enfocada gane aún un poco más, ese poco de nitidez que la convierte en una fotografía excelentemente nítida.
Sin embargo, hay que tener cuidado: la vista se acostumbra en seguida a la nitidez, y, cuando ya hemos aplicado el filtro, podemos tener la tentación de volverlo a aplicar, para ver si aún gana un poco más, o bien, aplicarlo en un solo paso, pero de una manera más acusada. A nuestra vista, siempre le parecerá poco enfoque, y, cuando, al fin, decidamos que ya es suficiente, la guardaremos. Pero, es muy probable que, la siguiente vez que la veamos, la veamos sobreenfocada.
Este es un defecto que se ve mucho en foros de fotografía y galerías: el sobreenfoque. Cuando estamos editando una fotografía, es fácil no darse cuenta de que estamos excediéndonos, cosa que notaremos cuando, al cabo de horas o días, volvamos a ver la imagen, y, posiblemente, haya, ya, recibido un aluvión de criticas, en caso de que la hayamos puesto en algún lugar público especializado en fotografía.
Por ello, hay que saber parar en el momento adecuado: filtro de enfoque sí, pero en su cantidad justa.
Fotografía correctamente enfocada. |
Fotografía con demasiada máscara de enfoque. |
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