Trabajar con ella era un auténtico placer para un fotógrafo. En un momento en que las cámaras réflex eran realmente caras (por ejemplo, el cuerpo de la Canon D60 valía alrededor de 3.000 €), una cámara como la A1 permitía sentirse, realmente, a gusto haciendo fotografías.
Otro asunto, también relativo al objetivo, era el zoom mecánico, una gran ventaja respecto a muchas otras cámaras, todas ellas de tipo electrónico.
Entre sus otras ventajas era la grabación en RAW, además de en TIFF y en JPEG.
Disponía de pantalla orientable (también lo era el visor electrónico) y estabilizador. También, lógicamente, de modos automáticos, semiautomáticos y manual, además de grabación de vídeo.
Otra de sus cualidades que marcaban la diferencia era la empuñadura (opcional), que, además de darle más prestancia y facilidad de manejo, permitía usar la cámara con 6 pilas del tipo AA.
La calidad de las fotografías era realmente buena, especialmente a ISOS bajos (llegaba hasta 800), siendo la resolución de 5 Mp.
En su momento era una cámara realmente excelente (lo seguiría siendo ahora). De hecho, muchas de sus cualidades no las tiene cámaras modernas del mismo rango.
Fué substituida por la Minolta A2, con 8 Mp y alguna ligera mejora (como la calidad del visor electrónico), y aquí acabó la saga, con la desaparición de la marca.
Sin duda, una cámara para recordar.